Sobre la «Genealogía del fanatismo» de E.M. Ciorán

Introducir la lectura de Ciorán sobre el fanatismo (enviada por mail) tiene el único fin de prepararnos para próximas batallas teóricas… con intención de contribuir a la generación de espacios donde poder reinventarnos, procesos lentos del que tal vez emergan formas nuevas de habitar en el mundo, sin olvidar que el mundo es solo la totalidad de los hechos, no la totalidad de las cosas. En particular, como amazónicos tendremos que encontrar la forma de convencer al resto de las regiones del Perú para que no dejen de tener presente en cada uno de sus actos que son habitantes de un país diverso donde la raíz principal de su problemática más grave pasa por no haber reconocido su alteridad, o lo que es lo mismo, la presencia del «otro», «ese que no soy yo… en consecuencia ignoro, para dejarlo refundido en la tierra del olvido».

En el Perú hay mundos que han vivido históricamente en forma paralela y a la vez tejiendo entre sí un haz de relaciones de poder que van desde las que responden a un modelo de sujeción hasta las que han respondido al del etnocidio que sigue vigente (el etnocidio del Putumayo en el S. XIX y comienzos del S. XX, la violencia política de la segunda mitad del siglo XX, y recientemente el «Baguazo» son la expresión clara de que el etnocidio sigue habitando en el imaginario de los gobiernos de turno), pasando por otros modelos de relaciones de poder, entre las que también hay que poner las de carácter «positivo», en la medida que producen «conocimiento» como es el caso del discurso científico por ejemplo. Y más allá, entre una y otras, están las relaciones que se constituyen en un campo que hoy en día llamamos «la interculturalidad». Como espacio actual donde se interrelacionan las culturas, la «interculturalidad» existe hace mucho, en realidad desde que las sociedades empezaron a existir como tales. Sucede lo mismo con las lenguas naturales y los lenguajes, nunca han existido o se han desarrollado solos, por ello para poder dar cuenta del mundo se necesitan al menos dos lenguajes -ya que de otra manera se tendría una visión del mundo como un plano bidimensional, lo cual caracteriza al fanatismo, que no puede ver el mundo como un «holograma» en tres dimensiones.

Por ello, antes de andar por los trayectos y las condensaciones que conforman los procesos de identidad, entendida muchas veces como materia-insumo de «lo intercultural», lo que hay que tratar es de la política que se pone de relive cuando asumimos históricamente la existencia de la alteridad, la cual nunca debería haber sido tratada en forma singular como entidad única ya que su naturaleza es relacional, plural, diversa, por ello aparece siempre en medio de varias y diversas identidades. Desde ahí que lo intercultural pueda verse como una situación política, estratégica, entre identidades que han vivdo paralelamente y en forma desigual, donde unas se han arrogado el derecho de hablar sobre las «otras» -he aquí una política de las lenguas cuya situación actual se caracteriza por encarnar una diglosia galopante-, a partir de conceptos etnosuficientes que en realidad son sólo suyos pero co los cuales pretende definirlas. Por ello la la alteridad es una cuestión que debe ser sanjada entre nosotros antes de discutir sobre otros aspectos que la construción organizacional de nuestro partido nos impone, o de los procesos sociales entre los que se producen las idientidades en general (sea amazónica, andina, peruana o de cualquier cosa).

Y es que la alteridad es la expresión de un mundo donde los sujetos son «ontológicamente» distintos y sin «universalismos». Donde por ejemplo la noción de poder (que empleamos con cierta etno-suficiencia entre nosotros) no encuentra un equivalente en el modo de ser de las sociedades bosquesinas, mucho menos en las expresiones de sus lenguas naturales, el «poder» en el mundo occidental tiene una forma de legitimarse que todos asumimos sin darnos cuenta, pero en el mundo de la sociedades bosquesinas amazónicas, las palabras que pronuncia el hablante se legitiman de una forma distinta a la urbana, asimismo es distinta la forma en que circula entre el cuerpo social, adoptando formas sorprendentemente distintas de las nuestras (formados mayormente en una cultura occidental y cristiana) por lo cual sería muy valioso asumir el debate sobre las diferencias entre las nociones de poder y autoridad, de acuerdo al estudio de las sociedades bosquesinas que ha descrito el antropólogo y lingüista Jorge Gasché para la amazonía peruana. Tal vez aquí encontremos un pista para construir entre nosotros relaciones de distinta índole como integrantes de una organización política, donde también existen relaciones de poder y de autoridad (si bien el poder aparece entre las relaciones por lo que se califica de «relacional», también es cierto que puede proceder bajo la modalidad del «el hacer-hacer»: aprender a mandar obedeciendo es la expresión más feliz de esta modalidad del hacer-hacer. La existencia del Otro: el no-capitalino, el no-occidental, los runas que viven en los ayllus andinos, o la diversidad de sociedades bosquesinas amazónicas -algunas en estado de aislamiento o «no-contactadas»-, nos hablan del imperativo de debatir sobre la problemática que implica el no-reconocimiento de la alteridad en nuestro país. Una vez sanjado esto, el debate sobre las políticas socialespara la diversidad cultural, tendrá mejores resultados, pero también será la expresión del grado de madurez que hayan alcanzado los ciudadanos sujetos que pertenecen a una cultura en tnto son hablantes de una lengua natual como el Huitoto, para poner un ejemplo.

Otra forma en que se expresa el no reconocimiento de la alteridad es con el fanatismo, que no responde a otra cosa que a un modelo bipolar del mundo. Como sistema binario, el fanatismo debate consigo mismo sin poder librarse del paradigma que lo lleva a ver el mundo a partir de oposiciones complementarias: blanco/negro, verdad/mentira, frío/caliente, normal/patológico, dios/diablo, sagrado/profano, bárbaro/civilizado, etc, sin matices en el medio. A diferencia de un pensamiento crítico que sí logra sustraerse a estos binarismos, para situarse en una posición más elevada desde donde se podrá tener una vista panorámica del mundo, estratégica, como la mirada del cóndor frente a la mirada de la serpiente, antes de bajar al mundo… Al parecer, en Ciorán puede leerse la cuestión de que tener una perspectiva, es sólo posible cuando encarnamos al «indiferente» que buscaba Diógenes con su linterna… En realidad, si se lee bien, el indiferente de Ciorán tendrá que estar muy ocupado en no identificarse con ninguno de los dos o más polos que puede haber en una coyuntura, de tal forma que pueda ver todo el campo desde la perspectiva que te da el estar parado en la cima de una piramide o en el lugar desde donde vé «el tercer ojo» (divino), o el «n» punto de vista. Al igual que el incosciente freudiano que de pronto se nos aparece para hacernos dar cuenta del significado de algo para acto seguido desaparecer, volvemos luego a nuestro estado inical de existencia condicionada con la que nos sentimos «comprometidos» a adoptar «un» punto de vista -con el sentimiento de ser «un ojo» que lo ve todo sin poder verse a sí mismo-. Por ello el «indiferente» de Diógenes evocado por Ciorán, es un sujeto que tiende a ver las oposiciones entre polos opuestos, como un campo de relaciones que acaecen en un plano tri o múltidimensional de «alta resolución». Es esta la distancia a la que nos pone una «indiferencia-activa» frente al mundo, antes de encarar la problemática de la alteridad en forma serena, tomndo en cuenta todos los puntos de vista que provienen de ambos lados de las diversas fronteras culturales que atraviesan nuestro territorio.

Para bajar el texto de ciorán:

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